martes, 19 de junio de 2007

Después de más de media hora de una lucha intensa con el internet puedo al fin decir Hola.
No necesito decir que aunque las computadoras y yo no nos llevamos muy bien, desde hoy vamos a tener un estrecha relación -"de esas tortuosas"-, pues pretendo subir algunas cosillas que tengo, seudo literatura como yo la llamo y demás cosas, que después de mucho me animo a publicarlo.
Aquí les va un escrito que lo hice hace muchos años -cuando mi rebeldía flotaba por toda La Paz-. Prometo subir más cosas, pero por ahora no quiero saber más de compus.
ALEJAMIENTO*


La noche va terminando cada día más rápido sin que nadie se de cuenta, y ésta no espera que los árboles o los perros se lo permitan, la calma que necesita posiblemente no puede encontrarla.

Mientras que los dedos de los animales y de las personas construyen cosas, la noche va partiendo velozmente sin dejar rastros, cerrando totalmente y no importa como la música va entonando su pensamiento, ella (la noche) prefiere esa oscuridad que a miles de seres favorece y hace volver a la locura asquerosa del día. Aun así la noche se aleja, ya se va, se despide, adiós calma, adiós, adiós. Hola martirio, ese es el oculto problema de alejarse a una cosa, es una trampa que me encierra y no puedo salir de ésta. Ayúdenme, sáquenme de aquí, ayuda.


Otra vez, otra vez vuelvo a la calma, esa calma que me enloquece, y ahora sí, escucho las risas de las plantas y de los animales que prefieren esta locura, así y tan nuestra, solo de nosotros.

Ahora, todos juntos esperamos que las bisagras que atan cada vez más a la noche nos den más tiempo de esta locura calma.

Ese instante me siento libre, ligera y pienso en mí, en mi cuerpo, en mis senos, en mi música, en mi locura. Quisiera que no termine, pero no, termina, se va. De pronto escucho estallidos en mi ser, estallidos que no puedo contener, que no me gustan. Ayuda no me escuchan acaso, por qué permiten que salga de esto que yo disfruto, suéltenme.

No entienden que lo único que yo quiero es refugiarme en mí, en la noche como si fuera una de esas cuevas alejadas de su asquerosa miseria.


No, no entienden. Ahora veo realmente todo. Veo como son todos, como unos malditos lagartos que se arrastra entre su mierda y no permiten que continué en mí. Sangre, sangre, miren lo que ocasionaron, me desgarro poco apoco imaginariamente, me desvanezco con todos los días, no soporto mi cabeza, mis muslos, mi ropa, no soporto mi mente.

Ahora nuevamente veo que ustedes se van, que la noche vuelve y que los perros, árboles, hormigas y yo disfrutamos esto, aunque sea por poco tiempo.

*Este escrito se publicó en septiembre de 2003 en el periódico universitario “Abriendo Mentes”.